Hace un par de días, el diario asturiano La Nueva España, publicaba una noticia en la que daba cuenta de una oleada de atracos con fuerza que se estaban produciendo en Lugones por lo que hosteleros y comerciantes se encuentran preocupados.
Si hay algo que particularmente me preocupa es -en estos temas de seguridad- comprobar como los patrones de actuación de todas las partes (delincuentes, víctimas, técnicos, autoridades) se repiten constantemente. Los primeros porque se empeñan en "realizar su trabajo", los segundos por no aconsejarse bien y por sufrir y lamentar los robos, los terceros por no asesorar correctamente cada caso concreto de acuerdo a sus características y los cuartos por empeñarse en momentos como este en decir simplemente que la delincuencia está bajando (¿?). Y digo que me preocupa, porque resulta triste comprobar que se siguen cometiendo los mismos errores, y eso, en un tema tan delicado como la seguridad e integridad física de personas y cosas, es lógico que suponga una preocupación.
En el pasado febrero publicábamos una entrada "Medidas de seguridad física (II): pros y contras de las principales del mercado". En la misma tratábamos entre otras cosas sobre las alarmas y los sistemas de videovigilancia. Sobre la videovigilancia, más concretamente publicábamos otra entrada específica "La videovigilancia como ayuda -que no solución- en la seguridad. El caso especial de los domicilios particulares". En dicha entrada comentábamos lo que, a nuestro juicio, escasa ayuda en la seguridad supone la videovilancia con la excepción de grandes, empresas, organizaciones o instituciones, y más concretamente transcribíamos un comentario que se le hacía a personas que defendían la videovigilancia como una de las mejores opciones hoy en día: "Sí, tienes unas bonitas imágenes de los ladrones entrando en tu domicilio... pero te han robado,...". Aunque sea obvio, recalcaré aquí que desde DYSTEC también defendemos el empleo de sistemas como las alarmas o la videovigilancia, pero siempre teniendo en cuenta su sentido disuasorio (poco defensivo) y sobre todo dependiendo de qué tipo de ubicación. El error más común es el de quien instala una alarma y/o un sistema de videovigilancia y cree que con esas medidas ya está libre del problema delictivo. Y la realidad, siempre tozuda, se empeña en darnos la razón.
En la noticia de prensa a la que nos referimos al principio de esta entrada, algunos hosteleros muestran su desesperación:
...En las últimas semanas ha habido diez robos. Los dueños de los locales poco pueden hacer. Ni las alarmas ni las cámaras de video de seguridad parecen tener eficacia.
...El bar tiene un circuito cerrado de cámaras y al día siguiente del asalto pudo ver cómo actuaban. «Con una parafusa hicieron un agujero en el bombín y rompieron la cerradura», explica.
...Entraron una primera vez, desactivaron el sistema de alarma y se fueron. Un tiempo más tarde, al comprobar que el bar seguía vacío y que el aviso de la entrada de los ladrones no había llegado a producirse, volvieron a acceder al local, esta vez ya para «trabajar».
...Lo hicieron, según explica Jorge Sánchez, «encapuchados y con guantes, con linternas y con móviles preparados,
...Para el gerente de Copos, las alarmas no están siendo lo eficaces que deberían ser. No sólo porque pueden ser desactivadas, sino también por el hecho de que la capacidad de reacción cuando suena una alarma suele ser lenta en comparación con la velocidad a la que actúan los ladrones. «Por culpa de los protocolos se hace muy lento, y muchas veces cuando llega la Policía los ladrones ya se lo han llevado todo».
...El establecimiento tiene dos puertas, con su correspondiente persiana de seguridad, y los ladrones entraron por las dos, con el mismo método: taladrando el bombín.
Leyendo estas declaraciones desesperadas y cotejándolas con las entradas que hemos realizado en este blog en los últimos meses reseñadas más arriba, probablemente sobren los comentarios. Lo único que me cabe decir es que no resulta agradable ser certero en estas cuestiones, pero es el tiempo que nos ha tocado vivir. Cada uno ha de extraer sus propias conclusiones, y éstas han de ir encaminadas por lo que ya en su momento apuntamos: las medidas de seguridad han de tomarse según las posibilidades de cada uno, pero de una forma racional y lógica, y sabiendo diferenciar lo disuasorio de lo defensivo.
En el caso concreto de estas oleadas de robos comentadas en la noticia periodística, ni las alarmas ni la videovigilancia surtieron el efecto disuasio-defensivo que se pretendía con su instalación. En ocasiones sucede, y hoy en día resulta muy fácil para un delincuente desconectar o inhibir alarmas y videocámaras (en las tiendas del espía, por 150 € cualquiera puede comprar inhibidores de señal). Pero el siguiente nivel, el defensivo, siempre comienza por los cilindros de las puertas, y curiosamente la técnica empleada fué el taladro de los cilindros. Por tanto no estaría de más recordar que nuestros cilindros BlueChip han sido certificados como de máxima seguridad, entre otras cosas gracias a la protección antitaladro y antivandalismo que integran en su estructura.
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